ECOLOGÍA: UNA CRISIS DE CIVILIZACIÓN

Enrique Leff

La problemática ambiental emerge de la globalización, interdependencias y complejidad del desarrollo. El concepto de escasez, pilar de la ciencia económica, ha adquirido dimensiones catastróficas al pasar de un proceso de sustituciones continuas de recursos raros gracias a la generosidad de la naturaleza y al proceso tecnológico. Esta escasez generalizada no sólo se manifiesta en la degradación de las bases de sustentabilidad ecológica del crecimiento económico, sino como una crisis de civilización que cuestiona la racionalidad del sistema social en su conjunto, los valores, el conocimiento y los modos de producción que la sustentan. La naturaleza se levanta así de su opresión, toma vida, transformando el sistema de producción de objetos muertos, y se rebela a la cosificación del mundo. La sobreexplotación de los procesos ecológicos que calladamente sostenían a los procesos productivos ha desencadenado una fuerza diabólica, generando en sus efectos sinergéticos y acumulativos un conjunto de cambios globales (efecto invernadero, enrarecimiento de la capa atmosférica de ozono, pérdida de biodiversidad), cuyos impactos aún impredecibles en el orden físico y social del mundo amenazan a la economía como un cáncer generalizado e incontrolable, más grave aún que sus crisis cíclicas.

La cuestión ambiental ha abierto un amplio proceso de transformación del conocimiento, planteando la necesidad de generar un método para pensar en forma conjunta y multivalente los problemas globales y complejos, así como la articulación de procesos de diferente orden de materialidad. No me detendré en esta ocasión en las implicaciones de la cuestión ambiental sobre el conocimiento y los cambios de paradigmas teóricos. Tampoco abordaré los importantes desafíos que plantea la problemática ambiental a la educación, al vínculo de las universidades con la sociedad, a la investigación participativa y las prioridades de una política científico-tecnológica para el desarrollo sustentable, ni al impostergable compromiso de la comunidad científica y académica en los asuntos ambientales. Me limitaré a plantear la contribución de los principios del ambientalismo a la cultura democrática y a la transformación del orden económico para lograr un desarrollo sustentable, equitativo y sostenido.

 

Los grandes cambios de nuestro tiempo

El concepto de ambiente transita de la esfera del conocimiento al campo de la acción política y de una nueva economía ambiental, ofreciendo un potencial transformador y renovador que aún no ha sido reconocido plenamente ni por los círculos políticos ni por los académicos. La cuestión del medio ambiente y del desarrollo sustentable no se agota en la necesidad de dar bases ecológicas a los procesos productivos, de innovar tecnologías para reciclar los desechos contaminantes, de incorporar normas ecológicas a los agentes económicos o de valorar el patrimonio de recursos naturales y culturales. No solo responde a la necesidad de preservar la diversidad biológica para mantener el equilibrio ecológico del planeta, sino a la de valorar la diversidad étnica y cultural de la raza humana y fomentar diferentes formas de manejo productivo de la biodiversidad en armonía con la naturaleza.

La gestión ambiental no sólo demanda la producción interdisciplinaria de conocimientos y la planificación intersectorial del desarrollo, sino que es un llamado a la acción ciudadana para participar en la producción de sus condiciones de existencia y sus proyectos de vida. El desarrollo sustentable es ante todo un proyecto social y político que apunta hacia la descentralización y el ordenamiento ecológico de la producción, y que ofrece principios y orientaciones a los proyectos de democratización de la sociedad, fundada en la participación directa de las comunidades en la apropiación y transformación de sus recursos ambientales.

El neoliberalismo ha venido ocupando los espacios que en su caída ha dejado el socialismo real, el burocratismo de las economías de Estado y las ineficacias del Estado benefactor, penetrando todos los intersticios de la individualidad y la subjetividad, convirtiendo a la pulsión de ganancia en el valor más alto del hombre, en motivación para la innovación, en razón de ser en el mundo. De este mundo que ha quedado solo con el capitalismo real, más real y transparente que nunca, llevando a su más clara expresión los principios de la libertad, el mercado, del intercambio sin fronteras de mercancías, a los que finalmente no escapan ni la naturaleza ni los valores del hombre. El mundo bipolar transita hacia una nueva configuración del poder marcado por el dominio de una hegemonía homogeneizante. Ante esta perspectiva, la utopía ambiental moviliza a la sociedad para construir una nueva racionalidad social y productiva, abriendo opciones diversas a un proceso de gobernabilidad democrática del desarrollo sustentable.